Amanece...



fue anoche… mientras abrazaba la almohada… fue anoche que la brisa me trajo tu nombre, fue anoche… cuando escuché que me llamabas, y fue cuando quise ver mis pupilas en tus pupilas, mis lágrimas en tus mejillas y las tuyas en las mías, tu sonrisa en mi mente y la mía en la cara… fue cuando susurraste al viento mientras un suspiro exhalabas, que me di cuenta que me necesitabas, que te necesitaba. Que grité angustiado un nombre ya olvidado a las nubes para ver si te llegaba, que quise mis manos enlazadas con las tuyas, que quise que no me olvidaras… cada palabra era maravillosa, cada mirada era esperanza renovada, cada momento se grababa en una retina despreocupada y no importaba el futuro y no importaba el presente y no importaba nada, prefería el terrenal infierno al más exquisito de los divinos cielos… y no importaba nada, si lo hacía por reír tu risa, por sentir tus caricias, por abrazar tus miradas... Y hubiese dado lo único que yo tenía, mi vida, por la tuya si se escapara. Lloraría por tus lágrimas, celebraría tus buenas caras. Dejé mi alma, dejé mi cuerpo si con eso a tu lado estaba, me entristecieron tus ausencias me alegraron tus llegadas, traté de protegerte, traté de entristecerme sólo si no mirabas, traté de desaparecer y sin embargo estar a tu lado presente, traté de alcanzarte saltando alto, corriendo, sintiéndote cada vez más cerca, zancada a zancada, descansaba lo justo sólo necesitaba como aliento el saber que tú me esperabas, fue anoche que me di cuenta… que quería abrazarte, tenerte cerca, tu aliento en el mío y me derretía en tu mirada, ver tu tez siempre iluminada y sólo tú me importabas, y junto a ti visité la luna y cada astro que se preciara… que sentí poder volar sin alas, que sentí mis fuerzas renovadas… nunca el cielo hubo estado tan cerca nunca hube sentido tanta energía en una mirada… en una caricia… en un gesto… en tenerte a mi lado aunque fuera en silencio, no hacía falta decir nada. 
Y fue esta mañana… mientras abrazaba la almohada… fue esta mañana que no recordaba tu nombre, que no recordaba por quien suspirabas, que olvidé donde estabas, que caí rendido, que las saladas perlas brotaban, que no escuchaba ya más mi nombre en tu llamada, que llovía, que volví a la ausencia, que ya nada valía y que me coloqué de nuevo la desgastada armadura, dispuesto a la batalla…pero sin tus sonrisas, sin tus abrazos, sin tus miradas, sin tu estancia, sin tu nada… 




Jairo

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