Amar es morir.

Te escribo esta carta sabiendo que jamás llegarás a leerla.Cuando ponga el punto tras la última línea,la firmaré y dormirá en el cajón donde guardo el corazón que tejiste con tus cabellos.Ninguna noche he dejado de besarlo,como un poeta ridículo que ni siquiera merece el título de maldito.

Puede parecer absurdo escribir una carta que no vas a enviar,pero en mi caso es distinto.Desde que nos besamos por primera vez,incluso mucho antes,vives dentro de mí.Eres remitente y destinatario a la vez,pues me siento tan unido a tu sombra que estás presente en cualquier cosa que yo pueda hacer o sentir.
El otro día alguien me pidió que escribiera un papel por qué te amo,como si el lazo invisible que une un ser a otro pudiera explicarse de forma racional.Aun así,voy a intentarlo.

Podría decir que me enamoró la voz cristalina con la que cantabas en el cementerio,que te amo por haber dejado un largo guante sobre la losa,por tus ojos profundos que me incendian por dentro.
Podría decir que me estremece tenerte en mis brazos y que de ti emana la belleza oscura y misteriosa de una esfinge de Egipto.
Todo eso podría decir,pero estaría pasando por alto el momento en el que verdaderamente empezó todo,cuando caí en el dulce pozo del que no puedo salir.
Más allá del misterio y la belleza,la mecha de todo amor verdadero la prende un detalle insignificante a ojos de los demás,pero que desata un huracán que arrasa lo que uno había sido hasta entonces.
Amar es morir.
Cuando te cuelgas de alguien hasta el fondo,lo que has sido antes muere para renacer como una criatura frágil y vulnerable.Nos convertimos en esclavos de aquello que amamos,y a un destello de felicidad que siguen mil tormentos que aun así son un precio razonable para abrazar el paraíso.
Dejo ya de divagar para confesarte  qué fue lo que me unió a ti de forma fatal.Seguro que es algo que ni siquiera recuerdas haberme contado.
Sucedió una tarde nublada de verano.En el último vagón del tren a Praga. Robert y Lorena jugaban a las cartas en el compartimiento cuando salimos a mirar cómo las vías se alejaban en una línea infinita.
Sentados en el suelo,frente al cristal donde terminaba el tren,me contaste que habías pensado morir a los dieciséis años,pero que te salvó un pajarillo enfermo al que yo ahora debo la vida.
El episodio, había sucedido en Berlín durante uno de los viajes a los que te arrastraban tus padres.La ciudad tan triste,fría y desangelada que era perfecta para terminar con todo.Incluso habías elegido el lugar:la alta columna que sostiene un ángel dorado frente al parque.Aprovechaste que tus padres tenían una reunión de negocios para dirigirte hacia allí con intención de salta,porque te habías casado de vivir sin motivo,sin esperanza de poder amar a alguien.
Estabas llegando a las puertas de aquel monumento cuando el milagro sucedió.
Antes de cruzar una calle con varios carriles para el tráfico viste el pajarillo.Estaba encogido en medio del asfalto y temblaba agotado,esperando el momento fatal en que una rueda aplastaría su último halo de vida.Los coches avanzan hacia él ajenos a aquel pequeño drama sin importancia.
Una mujer gritó al ver que corrías entre el tráfico.Un coche tuvo que hacer una maniobra temeraria para esquivarte.El que venía detrás frenó en seco y fue cuestión de centímetro que no te embistiera como un monigote.
Te agachaste para recoger el pajarillo enfermo en un caos de bocinazos e insultos.Protegiendo el ave entre tus manos,regresaste a la acera sin importarte que habías estado a punto de morir atropellada.
Pese a no saber alemán,averiguaste dónde había un veterinario,pero el pajarillo murió en tus manos antes de que pudieras llegar.
Rompiste a llorar.Odiabas al mundo.Sentiste que tú eras como aquella avecilla y te consolaste al pensar que al menos no había muerto sola.
Tras enterrar el pájaro en el parque,entendiste que no estaba en medio del tráfico por error.Sabía que estaba enfermo y quería morir.
Aquel pequeño ser fue una lección importante: te hizo ver que estabas llena de vida y que sería un insulto a su dolor abandonar tan pronto.
Acompañarle en sus últimos instantes te había devuelto las ganas de vivir,como un regalo de gratitud del pájaro.Levantaste la mirada deseando que también él tuviera otro cielo más allá del cielo.
Yo te tomaba la mano mientras me explicabas todo esto con lágrimas en los ojos.Desde entonces tengo la certeza de que jamás podré hacer otra cosa que amarte.



Retrum 2




Comentarios

Entradas populares