Seguramente


Seguramente, me he equivocado muchas veces. Por no creerme tus palabras en tantas ocasiones, esas que decían que éramos un “sí, pero no”. Me equivoqué por pensar que sentías lo mismo y no podrías resistirte a mí, del mismo modo en que yo no lograba escaparme de ti.

Seguramente, lo hice mal al soltarme de tus brazos cuando todavía estaba enamorada. Y seguí equivocándome al hacerme la dura contigo, al intentar obviarte y también cuando las fuerzas fallaban y buscaba tu consuelo. Y erraba, una y otra vez, al esperar que de tu boca salieran palabras que tú, a esas alturas, ya no ibas a repetir.

Seguramente, me equivoqué tantas veces que me acostumbré al error. A la miopía. A mi defecto óptico que solo me dejaba mirar desde este lado porque creía que mi lado era el tuyo, que los dos estábamos en la misma orilla. Pero allí estaba yo sola y entonces me aferré a tu recuerdo. Y de nuevo me equivoqué.

Seguramente, -y pese a que fui yo quien te empujó- siempre confié en que volverías. Creí que vendrías a recoger todos los besos que tenía para ti guardados y que me entregarías los abrazos que habías dejado olvidados en tu cajón. Pensé que querrías verme cada noche al cerrar los ojos y también ser lo primero que mirases al despertar. Sentirnos respirar mientras dormíamos. Eso soñaba.

Seguramente, fuiste tú quien me despertó de aquel sueño. Es posible que hicieras lo correcto. Tu “no” trajo el “sí” a tu libertad y el “quizá” a mi vida. Y, una vez más, me equivoqué al no querer creerte. Y alargué tanto ese “quizá” que ya apenas quedaba rastro de la duda, pero me aferré a ella igualmente.


La luz de Candela

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