Bienvenido a tu funeral

Te colaste, reventaste mi cerrojo y te quedaste a vivir plácidamente en mi casa. Y, sin dar explicaciones a, ibas y venías. Y el día que ya no volviste, la puerta ya no encajaba. Es lo que ocurre cuando no se hacen bien las cosas desde el principio. No reparamos esa cerradura, que siempre estuvo abierta a tu santa voluntad, y después, por mucho portazo que quisiese dar, ya no hubo manera de cerrar la puerta, de girar la llave y de ser la dueña de mi casa de nuevo. Siempre se quedó entreabierta. Y esto te lo digo ahora que sé que ya no volverás.   Pudiste volver y entrar. Sabes que te habría recibido. Te agradezco que no lo hicieras.

Te he llorado tanto que ahora estoy en tu funeral no sé muy bien cómo reaccionar.



La luz de Candela

Comentarios

Entradas populares