Unívoco.

Date la oportunidad de conocerte a ti misma. Hazlo, si puedes, de la forma más unívoca y honesta que te  puedas permitir y deja a un lado todos esos miedos que te acechan a buhardillas por la puerta del edén. Tal vez, no podamos salvarnos esta vez de esta tempestad, y que sea, quizás, la hora o el momento de agarrarlos de frente, mientras dejas de caminar de puntillas; despacio y sin zapatos de por medio. 






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